Hebe, la que buscó a cada uno de los 30 mil

Por Gabriela Chamorro – Las brujas que salem

Pocas mujeres de la historia argentina no precisan de su apellido para que se las referencie. Hebe es una de ellas.

Cuando las próximas generaciones estudien su vida, dirán que vivió 93 años y que murió justo un 20 de noviembre, Día de la Soberanía Nacional. Pero en esos 93 años, vivieron dos Hebe bien distintas.

Porque con ya más de 50 años vividos nació la presidenta de las Madres de Plaza de Mayo, la mujer que con la desaparición de sus hijos se convirtió en la madre de todos los hijxs desaparecidos y luchó hasta el último día de su vida para que los genocidas reciban el castigo por lo que habían hecho a toda una generación de argentinos.

Antes de eso Hebe había sido “Kika”, la hija mayor de los Pastor, una familia de clase humilde que vivía en una casita con pisos de material en El Dique, Ensenada. Quiso estudiar pero por esa época todavía era prioridad que estudiaran los hijos varones y no las mujeres y por eso la mandaron a aprender “Corte y Confección” algo más adecuado a su género y con lo que podría ganarse la vida.

También fue Hebe parte de esa generación donde se casaban casi niñas, a los 14 años pisó la misma Iglesia que Perón y Evita cuatro años antes, la Iglesia San Francisco donde se casó con Humberto “Toto” Bonafini, un chico de su mismo barrio.

Pronto llegaron con distancia de tres años sus primogénitos Jorge Omar y Raúl y con la estabilidad de Toto con su nuevo empleo en YPF pudieron mudarse a una casita más cerca de La Plata y decidirse por el tercer hijo que resultó ser una nena, Alejandra.

Los años habían transcurrido con cambios que también traían progresos en las familias. El lujo de estudiar, que no se había podido dar para sí, fue normal para sus hijos

En la UNLP (Universidad Nacional de La Plata) Jorge se decidió por Física en Ciencias Exactas y Raúl por  Zoología en Ciencias Naturales. Los dos militaban en el Partido Comunista Marxista Leninista (PCML).

Pero poco faltaba para que Kika dejara de ser Kika y pasara a ser Hebe, para que Kika abandonara su vida dedicada a la casa y a sus hijos y se aventurara a recorrer cada organismo de la Capital Federal para pedir, para clamar por el destino de sus hijos.

Con el golpe del 24 de marzo se transformó su vida y la de tantos otros en todo el país.

El 8 de febrero de 1977, su hijo Jorge Omar fue secuestrado y desaparecido en La Plata. El 6 de diciembre de ese mismo nefasto año ocurrió lo mismo con Raúl Alfredo, en Berazategui.

Al año siguiente, la esposa de Jorge, María Elena Bugnone, fue desaparecida un día patrio, un 25 de mayo como una ironía del destino.

“Antes de que fuera secuestrado mi hijo, yo era una mujer del montón, un ama de casa más. Yo no sabía muchas cosas. No me interesaban. La cuestión económica, la situación política de mi país me eran totalmente ajenas, indiferentes. Pero me olvidé de quién era el día que ellos desaparecieron; nunca más pensé en mí”, repetía Bonafini sobre su pasado.

El habeas corpus escrito a mano presentado por su marido, sus pasos firmes y su voz en alto reclamando por comisarías, destacamentos, juzgados y su infinito valor, su coraje para mirar frente a frente a quienes estaban sembrando miedo a toda una generación, a quienes no tenían plurito en mentir, a quienes amenazaban con la impunidad de manejar todo el aparato estatal. Hebe, la mujer que fue semilla de las Madres de Plaza de Mayo y de las Abuelas, esas mujeres a las que todxs debemos tanto porque nos enseñaron que con los hijxs no, que el límite era ése y que el ser mujeres no era impedimento alguno para oponerse, para pedir, para reclamar, para exigir.

Pronto nació la leyenda. La red de mujeres, de madres que se reunían, aprendían a peticionar, a hacer estrategias de contención, de ayuda, de que lo que sucedía en el país llegara a los medios extranjeros. Mujeres que, aunque las aterrorizaron secuestrando y desapareciendo a sus propias compañeras Mary Ponce de Bianco, Esther Ballestrino de Careaga y Azucena Villaflor de De Vincenti, no se alejaron nunca de la Plaza de Mayo, de sus rondas un paso delante del otro con sus pañuelos blancos pidiendo que les devuelvan a sus hijos.

«Fueron momentos durísimos. Nuestros maridos, nuestras familias nos decían: ‘Basta, no hagan más nada, termínenla’ (…). Cuando llegó el otro jueves dije: ´Hay que ir como sea, aunque seamos pocas'», recordaba Hebe cuando le preguntaban cómo se habían animado a seguir pidiendo.

«Cuando llegamos a la plaza estaba rodeada de policías, de perros, de gases, de todo. Con mucha fuerza un pequeño grupo subió. Y marchamos. Nos tiraron los perros, nos tiraban gases, pero creo que ahí es donde les ganamos la batalla». Y así fue, lo que no sabía en ese momento Hebe, y las madres, que con su ejemplo, con su valentía, con su heroísmo nacía particularmente, para todas las mujeres que las sucedieron, una enseñanza invaluable. El protagonismo que tomaron en la historia fue inspirador para todas. El poder de su fuerza, del no claudicar, del no amedrentarse ante el aparato todopoderoso, guió a las siguientes generaciones de mujeres en cada uno de sus reclamos.

Hebe como toda mujer fuerte con convicciones fue cuestionada. Nadie puede negarle su lugar como emblema de la defensa de los derechos humanos pero muchos cuestionaron sus modos porque alentaba la violencia y la polarización política. 

Con el mismo énfasis que resistió a los genocidas decidió también resistir al hambre y al neoliberalismo

Con la llegada de la democracia las Madres de Plaza de Mayo se dividieron en dos. Las diferencias ideológicas y metodológicas hicieron que la rama encabezada por Bonafini se distanciara de la rama liderada por Nora Cortiñas, de la llamada Línea Fundadora.

Más allá de los amores y desprecios que cosechó Hebe fue una referente política única, que no le importó ser cuestionada ni decir algunas verdades para ella que fueran incorrectas políticamente.

Ya mayor, en silla de ruedas y con problemas de salud le preguntaron cómo quería ser recordada y se aseguró de que quedara claro que quería que “La gente sepa que no soy la mujer maravilla” y pidió que el día que se muriera “no me lloren, tienen que bailar, cantar, hacer la fiesta en la Plaza porque siempre hice lo que quise, dije lo que quise y pelée con todo”.

Así de simple, así de complejo, así de heroico. Sus cenizas como lo pidió, descansan en la Plaza, su lugar, el de las Madres, el de las Abuelas, un lugar que siempre va a ser referencia directa de ellas y de su lucha.

Algunas palabras de despedida para alguien que no nos deja del todo

“Queridísima Hebe, Madre de Plaza de Mayo, símbolo mundial de la lucha por los Derechos Humanos, orgullo de Argentina. Dios te llamó el Día de la Soberanía Nacional… no debe ser casualidad. Simplemente gracias y hasta siempre»

Cristina Kirchner

«Reclamando verdad y justicia junto a las Madres y Abuelas, enfrentó a los genocidas cuando el sentido común colectivo iba en otra dirección. Con enorme cariño y sincero pesar, la despido. Hasta siempre Hebe»

Alberto Fernández.

«Viviste en la verdad, vivirás en nuestros corazones! Hebe infinita

Andrés Larroque

“Se fue en paz y luchó, como siempre, hasta el final y con la fortaleza que la caracterizó a lo largo de su vida. Gracias por tanta lucha y por marcarnos para siempre cada paso que damos»

Nicolás Kreplak

“La lucha como consigna.

La vida como testimonio

El pañuelo como bandera

Hasta siempre Hebe”.

Leandro Santoro

Murió Hebe. Símbolo de lucha. Portadora de los mejores valores. Madre de múltiples generaciones. Simplemente gracias.

Agustín Rossi

“Querida viejita, solo Dios sabe cuánto te he querido, lo que hemos hecho juntos y la estela que dejás. Nervio y motor de una lucha sin fin, pero sin venganza. Luchadora de mil batallas a la que Dios le eligió este día, el de la Soberanía.

Que Dios te bendiga.

Se me rompe el alma”.

Aníbal Fernández.

“Gracias Hebe por tanto coraje, por tanta lucha, fuerza y claridad.

Nos marcaste la vida a muchas generaciones y tu partida nos deja un poco huérfanxs”

Eli Gómez Alcorta

“Nuestra generación comenzó a militar marchando con Hebe al grito de Ni un paso atrás!

Nos acompañó firmemente en el proceso de ocupación de fábricas y puesta en producción.

Más allá de las diferencias de los últimos años, eso no se olvida más. Hasta siempre, Hebe”

Myriam Bregman.

“En esos años oscuros de dictadura feroz, de secuestros, torturas y asesinatos, toda la dignidad, toda la resistencia comenzó con Hebe. Gracias por tu lucha y por tu inmenso coraje”

Vilma ibarra.