Perfume de enero en la ciudad

Por Betina Rolfi

Soy de la quinta que vio las tres copas. La del Diego fue también la de la ilusión alfonsinista, el rock, las drogas. El Indio vs Soda. El Boulevard del Sol y el Tinto Bar, el sexo sin preservativos.

Gasté mi primer sueldo, de empleada estatal, en la librería de 7 entre 48 y 49. Que ardor esa voracidad, pasaba las noches sin dormir leyendo, en ese departamentito frente al normal 3. A la vuelta, en el monumental edificio del ministerio de obras públicas, se rodaban escenas de la peli La noche de los lápices. Quien diría que hoy Alejo García Pintos sería alguien a quien quiero tanto.
Ahora que 1985 va al Oscar, debo decir que para mí Pablo Díaz es Alejo. Qué lindo que Santiago Mitre metió ese guiño en la peli (si no lo advirtieron vean el fragmento de la declaración de PD).

A propósito, me enteré por redes sociales de algo que no advertí cuando vi la temporada 2 de The White Lotus: una de las protagonistas camina por la rambla mientras es observada por varios hombres que murmuran a su paso, en un juego de paralelos con una escena de “L’Avventura”, película de Antonioni estrenada en 1960.
Allí, esa mujer -perturbadoramente deseada- era Mónica Vitti.

El verano es la estación más propicia para la lectura. Incluso de aquellas postergadas, como el libro de poesía que me regaló mi amiga Sol Montero. La materia de este mundo, de Sharon Olds, una poeta estadounidense que no conocía.
“Cuanto más vieja me pongo, más me siento
casi hermosa…”
También tengo una música para este tiempo –evanescente- y resulta que me he vuelto casi groupie de Carmen Sánchez Viamonte. Ella es una cantante, compositora y rockstar platense única, me atrevo a augurarle grandes cosas.

En su canción Pensamientos intrusivos (hermosa!!) dice: ¿Cuánto más nos falta para cambiar la realidad?
Y ahora sí voy a hablar de política (al fin, señora): un hombre al que quiero me dijo “Perdimos, nena”.
Ya sé que perdimos, pero no nos han vencido.
Hay decenas, cientos, miles de batallas que nos esperan.

Perder es parte del juego. No es la derrota.

Y sí, esta es una pequeñita historia de resistencia, que no es lo mismo que lamerse las heridas. Y ahí la mejor estrategia es el amor y el vino.
La poesía del vino es maravillosa: el mejor es el que se somete a los extremos. A la altura, al frío.
Aprendimos a sufrir más que a gozar.

¿Acaso vamos a sentarnos a ver pasar lo inevitable? Juro que eso me saldría muy fácil. Caminar 10 mil pasos, evitar los hidratos, tener proyectos, ganar dinero, tener menos de 200 de colesterol, visitar museos y restaurantes de moda. Asegurarme la jubilación.

Justo suena Silvio Rodríguez cuando voy cerrando estas líneas: “en estos días no hay absolución posible para el hombre”.
La vida grita, compañeres.

Con estas disquisiciones abro un espacio de encuentro, que convenimos en llamar «Todos los fuegos». Quién sabe sea posible. Corresponde que le exprese todo el agradecimiento a Rodrigo Romero Basterrica, por la generosidad de habilitar deseos.

Mientras tanto vamos viendo como volvemos a construir algo que se parezca a la justicia, les dejo mis recomendaciones/conjuros:

-La fuerza, disco de Carmen Sanchez Viamonte, en Spotify
-La materia de este mundo, libro de poesías de Sharon Olds.
-Un vinito Criolla argentina, sugiero Tinta Grande Concreto (excelente relación precio- calidad).
-Un buen amor.

Abrazos

Beti