“En mi función tengo que seguir demostrando que no necesito la custodia de ningún varón para hacerlo bien”
Por Gabriela Chamorro – Las brujas que salem
Karina Yabor es la primera presidenta de un Tribunal de la justicia federal a cargo del procesamiento de delitos de lesa humanidad.
Desde el 18 de mayo de este año juzga a 18 represores por los delitos cometidos contra casi 300 víctimas cautivas en dos ex centros clandestinos de detención.
Cuál es la mirada de una profesional que se mueve en una justicia que, gran parte de la sociedad, acusa de patriarcal. Qué obstáculos tuvo que atravesar para llegar a este presente. Cuáles son los cambios que se produjeron y los que cree que se deben producir para que la administración de la Justicia se administre con perspectiva de género. De esto y mucho más charlamos en Las Brujas que Salem.
-Pasan los años y en nuestro país no ceden los reclamos de una justicia con perspectiva de género. A pesar de la Ley Micaela, a pesar de las organizaciones feministas y de Derechos Humanos fiscalizando, acompañando a víctimas siempre aparecen fallos, o procesos, o situaciones violentas en las investigaciones judiciales que hacen que este reclamo sea la bandera principal de cada marcha y cada movilización. ¿Cómo ves ese camino dentro de la administración de la Justicia?
-Yo creo que se está avanzando, que se están dando pequeños pasos, hay una intención, una conciencia mayor de la necesidad de tener al menos un planteo crítico de cómo veníamos haciendo las cosas hasta ahora. Pero también es cierto que falta mucho por recorrer.
Las nuevas generaciones traen una impronta, una idea más asimilada, como si esto fuera un tema zanjado y que se impone como una cuestión de convivencia social y cultural y no tanto como una imposición legal. Hacer una capacitación o juzgar con perspectiva de género ya lo ven más como parte de la convivencia social que tenemos y la obligación de que todos deberíamos tener ese tipo de miradas.
Lo realmente necesario es la mirada crítica hacia dentro del Poder Judicial, porque se han perpetrado prácticas que existen y coexisten con otras que distan mucho de una mirada con perspectiva de género.
Yo soy optimista, estoy empezando mi camino como jueza y si tuviera una mirada pesimista me tendría que ir, porque entonces no habría lugar para levantar mis banderas. Sí siento que hay mucha tarea por hacer y que hay muchas y muchos comprometidos en este camino.
Para lograrlo va a ser central que más mujeres empecemos a ocupar espacios de decisión, que la Magistratura empiece a cubrirse de mujeres con este tipo de perfil, y desde ahí empezar a marcar un poco el paso y la nueva impronta.
–La justicia, como otros sectores altamente masculinizados tiene muy aceitados esos frenos, esas postas que les aparecen, a las mujeres en su carrera profesional. Puntualmente ¿qué te pasó a vos que te dificultó el avance en tu carrera, y qué identificás que les pasa en general a todas las mujeres judiciales?
-El famoso techo de cristal… De manera genérica te puedo decir que a todas nos pasa lo mismo, esto deconjugar la vida familiar con la vida profesional. Las mujeres arrancamos en la misma línea que varones en la facultad recibiéndonos, incluso accediendo a los cargos letrados mucho antes que los varones, llegamos al cargo inmediato anterior al de magistrado en proporción 70/ 30 más las mujeres que los varones. Aún así en el momento en el que hay que decidir quienes ocupan los cargos de jueces los elegidos son los varones. O sea, hasta el cargo inmediato anterior somos más mujeres.
Los factores para que esto ocurra son múltiples: la estructura social patriarcal tradicional; la mujer que siempre a la labor académica le suma los cuidados familiares, de hijos, abuelos, padres tiempo éste que le resta a su propia capacitación. En el caso del varón esto no pasa, siempre está más licenciado a ese tipo de tareas.
En el Consejo de la Magistratura ha habido propuestas por parte de algunas consejeras, de sumar la tarea de cuidado como un aspecto en los antecedentes. Porque en la realidad ese tiempo se le resta a la mujer en su trayectoria en sus posibilidades de ocupar cargos, de tomar horas cátedra, de escribir artículos. Entonces si esa tarea estuviera sumada en los antecedentes laequipararía un poco con los varones para disputar cargos.
En lo personal estoy todavía en carrera porque el cargo es un cargo de conjuez. Yo me he presentado en distintos concursos y siempre tengo esta cuestión de tener que seguir demostrando que estoy en condiciones, que estoy capacitada, que lo puedo hacer, que no necesito la custodia de ningún varón para hacerlo bien.
Mi visión personal en el trabajo es que las mujeres tenemos una mayor capacidad de trabajo judicial que el varón-con todo el respeto a mis compañeros varones- porque tenemos una visión panorámica diferenciada. La mujer aborda la temática más conglobada, con una perspectiva diferente, desde todo punto de vista, no solo desde el abordaje jurisdiccional de la resolución de un caso concreto, sino desde lo que pasa en la mesa de entrada con la persona que se tiene que ir porque el nene tiene un acto en el colegio o cosas así. La mirada y la impronta que se le presta a la administración de justiciacuando hay una mujer que está en la cabeza de una repartición es totalmente distinta que cuando hay un varón y eso, desde mi perspectiva, le da un plus a la administración de justicia.
-Sin duda esas raíces de las desigualdades son las tareas de cuidado. ¿Hay políticas dentro del Poder Judicial para intentar que eso no sea un déficit para las mujeres o que estén más repartidas las tareas entre los géneros?
-Son batallas que se libran, pero muy solapadamente, muy tibiamente. Los gremios intentan instalar el tema de las licencias para los varones, que sean más equiparadas a las de la mujer, la creación de lactarios, pero son discusiones a las que le faltan ímpetu y a veces se diluyen en la discusión. Hay algunas pequeñas conquistas pero todavía falta mucho y creo que falta más contundencia, no en el reclamo que es histórico, sino en la recepción del reclamo. Un compromiso mayor que no se agote en lo discursivo, que haya un compromiso desde lo fáctico.
Yo no veo que desde adentro sea una batalla que se esté dando con la prioridad con la que debería darse.
-Ahora te toca esta enorme responsabilidad de estar al frente de estos juicios por delitos de lesa humanidad. Siempre se habla de que Argentina es un faro en la realización de estos juicios. ¿Creés que ha habido un ritmo sostenido en su realización a través de los años?
-Yo creo que ha habido resistencia en distintas partes del país y que no ha sido el juzgamiento parejopero ahora sí hay una impronta que se está empezando a marcar.
Cuando se dio el juzgamiento inicial, luego de la nulidad de las Leyes de Punto Final y Obediencia debida, cuando esa etapa de impunidad se dejo atrás, aparecieron jurisdicciones como por ejemplo La Plata que fueron pioneras en levantar este tipo de banderas. Otras provincias, que tenían otra estructura incluso judicial más tradicional, más conservadora -para ser suaves en la definición- impidieron que arrancaran los juicios y las investigaciones de la misma manera.
Hoy en día, luego de transcurridos 15 años sí veo que ha habido un avance más generalizado. La provincia de Buenos Aires, Ciudad de Buenos aires, Rosario, tienen una impronta mayor, que también tienen que ver con la lucha de los organismos de Derechos Humanos, que es una lucha inclaudicable. Estos organismos han sostenido los juicios, los han reclamado, han golpeado las puertas, han insistido, han encarado las investigaciones de motus propio, llevando los casos a las puertas de las fiscalías… Han colaborado con nosotros en el tratamiento de las víctimas, con una orientación clara, con un compromiso admirable y sobre todo con un respeto absoluto a la función jurisdiccional. Siempre valoro y admiro la labor que realizan porque son personas que están esperando desde hace más de 40 años la realización de un juicio, que han esperado silenciosamente, que han reclamado como corresponde reclamar a cualquier víctima, que se han apegado a las formas judiciales a los tiempos… Muchos de ellos han visto fallecer a sus seres queridos sin que hayan podido ser el caso del proceso y después vienen a declarar con ese dolor. También hay víctimas que querían declarar que estuvieron esperando toda su vida para declarar y no llegaron a hacerlo. Ese tipo de cosas lograron resignificar estos juicios y darle otra lectura. Estas personas han luchado porque tengamos hoy las instituciones como las tenemos, con la vigencia de Derechos Humanos que tenemos. Es cierto que falta pero lo que se ha conseguido es un montón. Argentina es un modelo, es un ejemplo, yo he estudiado bastante el tema, sobre todo el caso de desaparición forzada que me ha interesado académicamente porque he hecho una tesis en función de eso y de mi especialización. Toda esta experiencia me hace ver estos juicios, sus celeridades, las respuestas, la seriedad, el tratamiento respetuoso a las víctimas, como una impronta que debe enorgullecernos y que hay que seguir y profundizar.
-Si a la realización de los juicios la miramos con esa luz violeta que tenemos las feministas vemos algunas cuestiones que llegaron muy tarde como los juicios a las víctimas de los colectivos LGTBQI+, las penas por los delitos sexuales, que al principio no se trataban como autónomos sino como parte de las torturas o los hechos de los que fueron víctimas les niñes que pasaron por los centros clandestinos de detención y que recién ahora se están empezando a documentar. ¿Si hubiera existido perspectiva de género desde el comienzo de los juzgamientos estos temas estarían zanjados?
-Sí, creo que sí. No sé si ya estarían zanjados pero el abordaje habría sido antes.
Con respecto al tema del abordaje de los delitos sexuales siento que no hubo una intención de tapar sino que hubo una mirada macro. Mirar la situación general sin diferenciar varones y mujeres y hacer un tratamiento generalizado. Eso fue un error que respondió un poco a una visión histórica de cómo se abordaban los juicios en aquel momento. Luego, gracias al avance que ha habido en cuanto al reconocimiento de derechos por ejemplo se abordó los delitos sexuales contra las personas del colectivo LGTBQI+ que fueron perseguidos y especialmente torturados por su condición en los centros clandestinos de detención y creo que es terrible cómo esto se invisibilizó durante muchísimo tiempo.
Con respecto a los menores acá en La Plata, un tribunal hace muy poco tiempo, juzgo un hecho donde fueron condenadas varias personas, por un suceso ocurrido en Casa Belén. Es el caso de los hermanos Ramírez, dos menores que fueron alojados luego de que su madre fue asesinada en un procedimiento en ese hogar. Allí fueron víctimas de torturas, vejaciones, violaciones, luego separados y distanciados de su familia biológica. Hasta el trámite para que recuperaran a los niños fue violento, largo y engorroso. Ese es uno de los grandes temas o deudas que se puede ver en la falta de perspectiva de género, en el análisis de los delitos de lesa humanidad. Cuando uno habla de estos delitos se habla de mujeres, mujeres embarazadas, nacimientos en cautiverio pero también hay otro gran segmento de niños que sufrieron las consecuencias y fueron víctimas de una violencia terrible y eso no ha sido visibilizado.
Si la perspectiva de género hubiera estado presente incluso se podría haber acompañado de otra manera a las víctimas. Y esas víctimas de abuso sexual, por ejemplo, quizás se hubieran sentido habilitadas para hablar porque no hubieran sentido que las iban a juzgar. Pero creo también que todo tuvo que ver con un tiempo social diferente, la sociedad no había hecho todo este recorrido que hoy tiene y que le hubiera permitido abrazar de manera diferente esa situación.
-Más allá de estos juicios de lesa humanidad hay un reclamo urgente respecto del tratamiento de la justicia cuando se trata de víctimas de violencia de género. Los hechos ocurridos con la fiscal Patricia Hortel en Saladillo, que prácticamente responsabilizó a la víctima de femicidio de que el agresor le descerrajara siete tiros o juiciosque se decretan nulos y se vuelven a hacer, como el de Anahí Benítez, el de Lucía Pérez y tantos otros. Uno siente que no solo los jueces en sus fallos sino que los representantes judiciales que están más cerca de la víctima no están capacitados para atender estas situaciones tan urgentes y especiales.
-El caso de la fiscal de Saladillo desnudó una ausencia de capacitación real y una ausencia de criterio de capacitación forman en cual al deber del Estado. Nosotros como agencia del Estado tenemos el deber, frente a una denuncia de una amenaza real, latente como el caso de esta chica en relación a su compañero de trabajo en donde no se le dio la respuesta que correspondía.
No corresponde girar en la perspectiva de la víctima sino mirar cómo el Estado recepcionó esa denuncia, si tomó las medidas oportunas, eficaces, si se toman medidas reales en función de lo que se quiere impedir que es efectivamente que esta persona pueda dañarla como finalmente lo hizo. Me parece que falta una perspectiva real de formación, pero también de lo que no resulta políticamente correcto decir por parte de un representante de la judicatura, de lo que se debe hacer formalmente, del imperativo convencional y constitucional que tenemos al actuar, aunque pensemos como pensemos. El Estado no puede omitir sus responsabilidades o intentar limpiar o alivianar su responsabilidad acudiendo a un pretendido comportamiento o falta de actitud de la víctima para frenar, nada más y nada menos, que a un homicida.
Desde mi perspectiva en los últimos casos se ha visto un Estado absolutamente ineficiente. Un botón, una perimetral no alcanzan me parece que hay medidas que hay que resignificarlas, repensarlas, adoptar otro tipo de criterios para que empecemos a evitar de una buena vez la cantidad de femicidios que están sucediendo que es alarmante. No se le puede pedir a una victimada atemorizada, que además tiene que salir a trabajar, que además tiene que seguir con su vida ,que ella se cuide, sobre todo cuando ella acudió al Estado pidiendo el auxilio que corresponde, me parece que ese es un error inaceptable.
Hay que trabajar en la rapidez y en la eficacia porque tampoco sirve que el imputado de femicidio sea el que realmente es. (En alusión al segundo juicio por el femicidio de Anahí Benítez)
Hay que ser serios en dirigir la imputación, en la investigación, no podemos agarrar al primero que se nos ocurre y traerlo. Creo que es prioritaria la formación, la continuidad en la formación de las personas que participan en toda lasetapas, pero es muy urgente sobre todo, en aquellas personas que tienen a cargo esa primera etapa de recolección de pruebas, o en la etapa de protección de la víctima si es que fue amenazada. El Estado tiene herramientas para hacerlo hay que ser cuidadosos, cautelosos y también poner toda la creatividad en juego y no conformarnos con recetas ya establecidas. Es muy importante articular con distintos estamentos del Estado, hacer un abordaje interdisciplinario para lograr una respuesta eficaz.
Por ejemplo en un caso de trata donde nos encontramos con una mujer que ha sufrido todo tipo de vulneraciones y de pronto luego de una investigación se logra rescatarla, esa persona entra en un programa que lamentablemente dura muy poco tiempo. El acompañamiento antes del juicio, en el juicio y post juicio generalmente es deficiente y la respuesta final jurisdiccional llega tarde. En muchas ocasiones la administración de la justicia no llega ni siquiera sacarla de ese círculo que la maltrató, la violentó y le quitó la dignidad por eso es extremadamente necesario que aprendamos a manejarnos en los distintos estamentos y articular medidas que sean realmente eficaces porque el Estado ,en un caso así, además de tener la función de reparar lo que le pasó a esta mujer, también tiene, la obligación de componer la situación general para que esa persona no vuelva al medio hostil que la captó.