“Trato de dar las batallas que puedo dar”

Por Gabriela Chamorro y Candela Cavenaghi  – Las brujas que salem

Sol Despeinada es verborrágica y pasional y desde las redes sociales y los medios se ganó un lugar de prestigio y solidez visibilizando las desigualdades y violencias que sufrimos las mujeres y diversidades en un mundo muy injusto.

No fue gratis, las amenazas y embates de los “hijos sanos del patriarcado” le llegan como a otras referentes del feminismo y eso no la amedrenta pero sí la hace elegir las batallas que puede dar con inteligencia. No son pocas. En sus redes miles de mujeres hacen catarsis sobre experiencias sexuales violentas, acosos, abusos en las infancias, situaciones traumáticas que en su momento “normalizaron” y encuentran allí respuestas, consuelo y una red de contención amorosa que les permiten dar pasos adelante, decisiones de 180 grados o a veces simplemente sentir un poco de alivio en medio de una situación angustiante. 

Su actividad en los medios y su discurso concreto y directo dispara mensajes que no necesitan  aclaraciones como cuando, refiriéndose al miedo que algunos hombres violentos tienen respecto de los pedidos de igualdad  de las mujeres aseguró que “tienen miedo porque creen que vamos a actuar igual que ellos” y  les envió un claro mensaje:“ No tengan miedo, no se  preocupen que no vamos a salir a violarlos, no vamos a abusarlos, no vamos a encerrarlos en autos y violarlos de a seis, no vamos a meterlos en una red de trata, no vamos a drogarlos y tocarlos, no van a desaparecer de sus casas y de sus familias, no vamos a grabarlos teniendo sexo, sin consentimiento y amenazarlos con publicarlo en las redes, no vamos a hacer nada de eso. Solo queremos igualdad de oportunidades, igualdad de derechos”. Ella es Sol Despeinada, bruja entre las brujas y por eso no podía dejar de estar en nuestras páginas.

-Sol, a tu intensa militancia feminista sumaste un espectáculo teatral “¿Dónde está mi zanahoria?”  ¿De qué va la propuesta? ¿Vos ya encontraste la tuya?

– (risas) Uy, una pregunta compleja. Creo que hay muchas zanahorias. Yo todavía no sé cuál es la mía. Creo que tampoco hay una sola respuesta o una respuesta concreta. Pero la idea es que quienes vengan a ver el show se pregunten un poco cuál es la suya, cuál es su objetivo en la vida. La zanahoria, esta idea que está en la fábula del burro y la zanahoria, atraviesa un poco todo el show y atraviesa un poco la historia de mi vida también. Entender como esa zanahoria, ese objetivo, fue cambiando, cuáles son los caminos que uno va haciendo para conseguir lo que desea, cómo ese camino también nos va moldeando, nos va enseñando cosas. Creo que la idea de esta propuesta es que quienes se acerquen también se vayan haciendo esa pregunta ¿cuál es mi zanahoria? Yo, la verdad que todavía no sé cuál es la mía.

En tus redes abrís cajas de preguntas con respuestas multitudinarias. De esas respuestas ¿hubo alguna vez algo que te sorprendió, que no estaba siquiera en tu imaginación que podía ocurrir?

-Sí, una vez que hice una pregunta referida a las medidas de seguridad que las mujeres tomábamos a la hora de salir a la calle.

Entonces las respuestas típicamente eran,‘camino en contra de la dirección de los autos’, o ‘trato de ir por lugares iluminados’, ‘trato de ir por lugares en donde sé que hay cámaras de seguridad’…

Hasta ese punto no me sorprendían porque es un poco lo que yo misma hice desde chica y que sigo haciendo, sobre todo en determinados lugares, ya que sabemos que el mundo nos es hostil a nosotras y nosotres. Pero sí quedé impactada con varias respuestas. Una de ellas fue la de una chica que me aseguró que, antes de salir, se sacaba una foto de cuerpo entero y se la mandaba a la mamá, para que, si ella no volvía, supiera como estaba vestida, y la tuviera para girar en redes. O sea, ella organizaba su propia búsqueda por si desaparecía. Eso me impactó muchísimo, que las mujeres tengamos que estar ocupándonos, previendo hasta eso, es muy terrible.

Otra persona me respondió algo que también me impactó muchísimo que fue que cuando se subía a un auto, a un taxi o algún auto de alquiler o si subía a un auto con una persona que había conocido por estas aplicaciones de citas, se arrancaba cabellos y los dejaba en el auto porque esa era una forma de rastrear si ella había estado ahí o no. Esto no me lo dijo una sola persona, fueron varias que se arrancaban sus pelos y los dejaban en los tapizados. Fue muy shockeante escuchar esa idea. 

No es agradable la información que llega cuando dispara propuestas o preguntas en sus redes. Y es que la inseguridad que sufren las mujeres y disidencias en las calles se suma a la del total de los mortales. Hay un plus, especial, por la condición de género o de elección sexual. No es una sensación. Es un hecho, los números e investigaciones de organismos y de fundaciones lo demuestran. Las mujeres no estamos seguras ni en nuestras propias casas, de hecho, muchas veces nuestras casas son los lugares más inseguros. Lxs niñxs – estadísticamente más las niñas- también son abusados en los hogares y toda esta información Sol hace rato la resume en una frase tan simple como cruel e injusta. “Si no tenemos los mismos miedos, no tenemos los mismos derechos”. Y, lamentablemente es un hecho que no tenemos los mismos miedos.

De ahí su pulsión constante por salir a contarlo, para que se escuche y para que la gente empatice con lo que sucede.

-En medio de este mundo que, como vos decís, nos es tan hostil ¿cuál es tu red de contención y apoyo, tu nido, tu lugar seguro?

-Uff, es una hermosa pregunta. Desde ya  mis amigas, ellas me han salvado. También me tendieron la mano, me incluyeron en el movimiento. Concretamente yo era muy jovencita, era adolescente y no me involucraba en temáticas de género. No era que no tenía nada que reclamar sino que no estaba en el tema, era como que esa información no me había llegado o quizás yo la había ignorado. Más o menos a los 17, 18 años tuve una amiga, Marcia, que hoy es psicóloga comunitaria y que sigue siendo muy amiga mía hasta hoy que tengo 32, que cuando empezó a militar por el aborto legal, seguro y gratuito y sostener muchas otras consignas feministas comenzó a explicarme. Yo la verdad que al principio no la entendía; no entendía por qué hacía ciertos comentarios o por qué criticaba lo que criticaba y me tuvo tanta paciencia, no me soltó la mano nunca. Me podría haber dicho, ‘bueno no entendés sos una pelotuda, chau’, y no fue así, se tomó todo su tiempo, me inició en los conceptos básicos del feminismo. Ella por ejemplo es muy muy importante para mí. Después por supuesto también muchas otras mujeres.

Y es raro, porque yo por ejemplo no tengo esa relación con mi madre (estoy spoliando algo del show ¿Dónde está mi zanahoria?”), pero es así, no tenemos relación. Estoy convencida que a veces hay vínculos que no funcionan y no tiene sentido ir más allá. Por ejemplo con mi madre no coincidimos absolutamente en nada…. pero en nada.Todo lo que se te ocurra que es ella, yo soy lo contrario y fue un acto de amor no forzar algo que no iba y a la vez desnaturalizar que no porque sea un familiar o un pariente uno tiene que sí o sí vincularse.

Por esto la mayoría de mujeres referentes son mayoritariamente mis amigas. Y también, desde ya, otras que yo admiro por su trabajo, que conocemos todas y me sorprenden por lo que hacen, piensan, y por cómo se expresan como Malena Pichot que fue pionera en un montón de cosas y tuvo que fumarse tanto para llegar hasta acá y valorar que hace 10 años no se decían las cosas que decimos ahora. También mujeres como Flor Freijó que tiene mucha info, escribe con mucha personalidad y se toma muy en serio su trabajo haciendo unos aportes impresionantes, personas como Luciana Peker, y muchas otras.

-En medio de por un lado la divulgación médica respecto de temas sexuales y la necesidad de visibilizar conductas violentas te toca a diario lidiar con las violencias de quienes te condenan por tocar esos temas, por hablar, por posicionarte. ¿Cómo vivís y atravesás esos ataques?

-Sí, sé que hay personas con las que no se puede dialogar, sin embargo a veces es más fuerte y me puede la indignación, me gana la indignación. Pero tenemos que elegir las batallas ¿no? No podemos dar todas las batallas porque si no vamos a terminar mal, desde nuestra propia salud mental lo digo. Sería ideal que pudiéramos militar tranquilas, que pudiéramos debatir todo lo que quisiéramos sin dudar, pero también creo que lo tenemos que hacer desde un contexto de seguridad para nosotras.

Los medios de comunicación, y ustedes lo saben mejor que yo, no son de por sí un lugar cómodo para nosotras; salvo que lo construyamos nosotras con nuestras reglas y demás.  Estar en un medio siendo mujer ya te pone en un lugar distinto y encima decidirte a hablar de este tipo de violencias te pone en otra posición.

Yo trato de lidiar con esto tratando de dar las batallas que puedo dar. Algunas cosas ya me agotan. Por ahí hace cuatro años sí me sentaba a discutir por Twitter cualquier pavada. Hoy ya no; no me interesan esas discusiones, perdí el interés y prefiero que esa batalla la de otra persona o que quede ahí, no me enfoco en eso.

Sucede que así como nosotras y nosotres nos actualizamos en nuestra forma de pensar, como nos actualizamos en materia de género y en nuestros accionares y posiciones también se “actualizan” las violencias. Aparecen nuevas formas de violentarnos. Quizás hace 10 años atrás la forma de violentar a una feminista era diciéndole un comentario o algo por el estilo. Hoy eso cambió, se organizan en bajarte tu cuenta, destrozar tu fuente de trabajo, amenazarte de muerte.  Esas violencias se actualizaron y hay que tener mucho cuidado y la derecha tiene un discurso absolutamente antifeminista, anti diversidad, anti derechos que viene avanzando.  Y también es cierto que el feminismo, concretamente como un movimiento, no se presenta a elecciones pero, no hay dudas, marcamos la agenda de cualquier político y por eso nos sienten como una amenaza.

Obra de teatro, libro sobre educación sexual que editará Planeta en breve, talleres de Educación Sexual Integral en distritos y columnas radiales en algunos programas Sol no para de trabajar y militar y sigue utilizando su humor mordaz para tocar temas que tiempo atrás estaban ocultos bajo las alfombras. “Agradezcan que pedimos justicia y no venganza”, repitió más de una vez cuando algún periodista la convocó a hablar de hechos puntuales de agresiones sexuales y cuando la indignación y la emoción la ganó aclaró “El día que pidamos venganza se prende fuego el mundo. Porque este es un mundo muy injusto con nosotras, con las niñas, con las niñas madres, con las niñas madres obligadas a parir, con las víctimas de ablación genital femenina, con las rehenes de trata… no es un mundo justo para nosotras”

Pero siente que ahora es el tiempo de seguir educando, de seguir contando lo que nos pasa, lo que le pasa a nuestras amigas, a nuestras conocidas. “El problema es colectivo y la salida es colectiva”, asegura y sabe que se necesita la empatía de todxs, la responsabilidad del Estado, una justicia con perspectiva de género y defender el lugar en el que siempre ganamos batallas. Nuestro lugar: las calles.